El complejo residencial se compone de 107 viviendas distribuidas en dos edificios de cuatro plantas que se adaptan a la topografía del terreno y al entorno urbano.

Los bloques se disponen paralelos a las calles Monda y Caña de Azúcar, fragmentándose longitudinalmente y retranqueándose en los extremos, lo que aporta dinamismo a la composición. Esta idea se refuerza con un juego de materiales, donde una envolvente blanca contiene un volumen interior de ladrillo visto en tono gris antracita, generando contrastes y profundidad.

La urbanización ofrece amplias zonas comunes ajardinadas de orientación norte-sur, con piscina, juegos infantiles, pistas deportivas y edificio de usos comunitarios. Dispone de dos accesos peatonales, una rampa de acceso a garajes y cuatro accesos para bomberos. Cada bloque tiene su propio sótano con plazas de aparcamiento y trasteros.

Las terrazas se proyectan voladas hacia el sur, en dirección a la costa, generando movimiento en la fachada interior y un juego formal que contrasta con la rigidez de la envolvente exterior, enriqueciendo la imagen global del conjunto.